"Que la suerte esté siempre de vuestra parte."

HISTORIA COMPLETA

Aquí podeis leer toda la historia, hasta el último capítulo que se ha publicado.
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En mi mente solo suena una palabra cuando me levanto por la mañana. Cosecha. Cosecha. Cosecha...
Sacudo la cabeza, porque aunque sé que puedo salir si Yllèa Stromg saca mi nombre, sólo hay cuatro papeles con mi nombre en la urna, porque aunque vivimos pobremente, mi hermano mayor nunca me ha dejado pedir teselas, para que no tenga más posibilidades de salir elegida. A cambio las pide todas él, que con diecisiete años tiene su nombre en la urna 54 veces. Por suerte el distrito 8 es grande y hay mucha gente, si viviésemos en el 12, seguro que mi hermano ya habría salido.
La cosecha empieza a las doce, así que tengo tres horas para trabajar en la fábrica y poder sacar algo de dinero extra.
Camino despacio por las calles, ahora desiertas, porque todo el mundo se estará preparando para la cosecha.
Cuando llego a la puerta de la fábrica saludo a todo el que me encuentro, que la verdad, son pocos, y me dirijo a mi telar.
Mientras tejo, recuerdo los juegos del año pasado. Ganó el chico del distrito 5, algo extraño, porque normalmente ganan los del uno o los del dos. La arena era horrible. Un páramo helado en la que sólo ocho tributos sobrevivieron al baño de sangre inicial. De esos ocho, la mitad murió congelada, así que no hubo mucha sangre, que se diga. Este año no harán lo mismo, porque los juegos no tuvieron mucho éxito.
Cuando me doy cuenta de la hora que es tengo que irme a casa corriendo si quiero llegar a tiempo. Me doy un rápido baño y me pongo la ropa que mi madre me ha sacado, un vestido ocre con un cinturón marrón oscuro y una diadema marrón. Para los pies me ha sacado un par de tacones, pero yo prefiero ponerme unas sandalias. Cuando me miro al espejo, me doy cuenta de que mis ojos verde bosque se resaltan con estos colores.
Me dirijo a la plaza, donde me someto al pinchazo sin rechistar, ya que en mi primera cosecha, un niño de mi edad, con el que solía jugar en el patio del colegio, se resistió al pinchazo. Tuvieron que llamar a los Agentes de la Paz para que lo calmasen, pero el chico empezó a desvariar y a criticar al Capitolio. Lo último que dijo el niño antes de que un agente le metiese un balazo en la cabeza fue rebelión.
Me dirijo a una zona acordonada en la que se encuentran las demás chicas de quince años, y le doy la mano a mi mejor amiga, Christy. Christy es muy parecida a mi, la misma piel morena, el mismo pelo negro como el carbón y los mismos ojos verde bosque tan extraños. Cuando la gente que no nos conoce nos ve por la calle, normalmente piensa que somos hermanas.
Yllèa Stromg se acerca al micrófono y da su discurso alegre de todos los años. En seguida me doy cuenta de que hay algo extraño. No hay urnas, ni papeletas ya escogidas. Nada. Sólo un Agente de la Paz situado en una esquina del escenario.
-Y este año tenemos unos juegos muy, muy, muy especiales – sigue diciendo Yllèa -. como se cumple el 25 aniversario de los juegos del hambre, se ha decretado que cada veinticinco años haya un vasallaje de los veinticinco, que consistirá en unos juegos muy especiales. Este año, como recordatorio a los rebeldes que sus hijos mueren por voluntad propia, cada distrito elegirá a los tributos. Por favor, escribid el nombre en las tarjetas que os entregan los Agentes de la Paz.
¿A quién voto? No hay nadie que me caiga mal, así que acabo votando a Louis Berett y a Lillien Sterling. No tengo nada contra ellos, pero tampoco es que vaya a sufrir una depresión si los eligen.
Ylléa se acerca al Agente de la Paz que contabiliza los votos, y éste le da una tarjeta.
-Las damas primero – dice. Aprieto la mano de Christy y ella me devuelve el apretón -. Candy Jeffrey.
No. No es posible. No puedo ser yo. Oigo que Christy suelta un grito ahogado, y que se forma un pasillo delante mía. ¿Por qué yo? Es lo único que pasa por mi mente. Entonces recuerdo que hay una docena de cámaras enfocándome. Levanto la cabeza y adopto una pose de superioridad. Camino con paso firme hacia el escenario.
-¿Algo que decir? - me pregunta Ylléa. Yo agarro el micrófono y hablo.
-No voy a agradecer que me hayáis elegido por motivos obvios. Pero de todas formas, como sé que sí hay gente que me quiere, voy a hacer todo lo posible por ganar.
-Muchas gracias por tus palabras, Candy – dice Ylléa -. Y ahora llega el turno de los chicos.
Miro a la multitud, pensando en quién será el desafortunado que irá a la arena conmigo. No quiero pensar en ello, pero no vacilaré en matarle si hace falta, aunque preferiría que lo hiciese otro.
-Damen Jeffrey.
¿Qué? No puede ser. Pero... ¿qué tiene todo el mundo en contra de mi familia? ¿Por qué nos han elegido a los dos? Entonces recuerdo a mi padre. Yo tenía dos años cuando él se marchó al Capitolio. Lo volví a ver hace dos años, cuando él se convirtió en vigilante jefe. Ese año fueron a la arena el hijo del alcalde y la hija del director de las fábricas. Los dos eran muy queridos en el distrito. Y todo el mundo culpaba a mi padre de su muerte.
Mi hermano me mira con cara de auténtico dolor, porque sabe que por mucho que luchemos no podemos sobrevivir los dos.
Le respondo a la mirada con la misma expresión, y nada más que sube al escenario le tiendo la mano. Él la coge. Cunado Ylléa le pregunta si quiere decir algo él sólo sacude la cabeza. Sé que le gustaría llorar, pero no lo hará, al menos, no delante de las cámaras. Cuando suena el himno, mi mente divaga preguntándose qué podría encontrar en la arena.
Al fin termina. Ylléa nos conduce a un pasillo en el Edificio de Justicia, y se para delante de dos puertas. Me indica que entre en una de las salas, y conduce a Damen a la otra. No entiendo por qué no nos dejan estar en la misma sala, al fin y al cabo, somos hermanos.
Me siento en un sofá de terciopelo, tela que reconozco a la perfección por mis años en la fábrica. No me pienso echar abajo ahora, porque después tendré que ir a la estación, donde habrá cámaras.
Me pongo a mirar por la ventana. Desde aquí se ve mi casa. Escucho que la puerta se abre y entra mi madre. Sin decir nada me acerco a ella y la abrazo. Noto que algo húmedo cae en el vestido y la miro. Las lágrimas recorren su cara, y su mirada, normalmente luminosa, ahora parece sombría.
-Mamá... No te preocupes. Esto acabará pronto. Uno de los dos va a vivir, no puedo decir quién, sólo sé que uno de los dos lo conseguirá.
-Eso espero, hija. Sólo quiero que sepas que te quiero mucho. Tu padre es el vigilante jefe este año también. Haz se sienta culpable, por mi. Y venga a tu hermana, eso hazlo por ti.
-Lo haré, mamá. No te preocupes. Yo también te quiero.
-Bueno, pues me voy a ver a tu hermano. Suerte.
-Adiós mamá, te quiero.
Dicho esto, se va y otra vez me quedo sola. Antes de que se cierre la puerta se vuelve a abrir otra vez. Esta vez es Christy, que no está llorando, sabe que eso me dolería. Seguramente esté igual de destrozada que yo, porque somos como hermanas. Sé que ella sentirá que una parte de ella se ha ido a los juegos, igual que yo sentiré que una parte de mi se ha quedado aquí.
-Candy, tienes que ganar – me dice -. Sé que va a ser duro, pero, por favor, hazlo por mi.
-Lo intentaré, pero no se qué haré si Damen y yo somos los únicos que quedamos.
-Toma. Llévate esto contigo – dice, y saca de su bolsillo un colgante hecho de hilo muy fino. Lo reconozco enseguida. Es un amuleto de la suerte que le regalé cuando empecé a ir al telar. Del hilo cuelga una pequeña C de encaje de bolillos, la verdad es que siempre he tenido manos hábiles, y tardé bastante poco en hacer la C, pero al fijarme bien, me doy cuenta de que la C no es de bolillos, sino de madera, con múltiples huecos que forman una enredadera. Si le prestas atención, parece que la letra está hecha de plantas, como si casualmente hubieran crecido con esa forma. Recuerdo que cuando se le rompió el encaje de bolillos, Christy llegó a mi casa muy apenada, y me dijo que se le había roto. Entonces yo llamé a Damen y le dije que hiciera una C más duradera. Cuando me dio el trozo de madera, pensé que se lo podría decorar un poco, ya que eso se lo había hecho mi hermano, no yo. Me pasé la noche en vela con una aguja en la mano dándole forma a las hojas diminutas que formaban el colgante.
Pestañeo para apartar las lágrimas que amenazan con salir al exterior de mis ojos, porque no puedo permitirme llorar. No aquí, no ahora.
-Gracias Christy - digo con la voz quebrada y un nudo en la garganta -. Es precioso. Lo llevaré en la arena, y cada vez que lo vea me acordaré de ti. Eres la mejor.
-Tú eres la mejor, y lo vas a demostrar ganando esos juegos.
-Lo intentaré.
-No. Lo harás.
-Vale – digo, y la abrazo.
Seguimos abrazadas cuando llega el agente de la paz y se la lleva.
Vuelvo a mirar por la ventana, y veo a Christy salir del edificio de justicia, pero no se va, sino que se queda parada en el medio de la plaza, mirando hacia mi ventana, muy seria. De repente una sonrisa asoma por su cara y se despide de mí con un movimiento de su mano, y antes de irse me indica que me esperará en la estación. Yo, que ni siquiera puedo gritarle un adiós, respondo a su sonrisa con una igual. Cuando la ve, Christy asiente una vez y se va a la estación.
En ese momento llega un agente de la paz, que me indica que salga de la habitación. En el pasillo me encuentro a Damen, que ha recompuesto su rostro en una máscara de serenidad. Cuando atravesamos los pasillos cogidos de la mano, me encuentro con un espejo que no había visto antes. Un vistazo fugaz hace que se me caiga el alma a los pies. No puede ser que la persona que está a mi lado, preparándose para luchar sea mi hermano mayor. Ese hermano mayor que siempre me ha protegido del peligro, por pequeño que fuese. Somos tan parecidos... Aunque él tenga el pelo de un precioso color arena y los ojos de un verde mucho más oscuro que el mío, seguimos siendo hermanos, y va a ser igual de duro para los dos.
Nos meten en un coche junto con Ylléa, que en seguida se pone a divagar sobre los lujos del Capitolio. Damen y yo fingimos que la escuchamos para no decepcionarla, pero ambos tenemos la cabeza en otros asuntos.
-¡Ya llegamos! - anuncia Ylléa con su insoportable voz cantarina.
Al oír eso giro la cabeza como un resorte y se me escapa un gritito de la emoción. Estamos ante el tren más impresionante que he visto en mi vida.
Justo antes de entrar en el tren, mis ojos se topan con los de Christy, que me sonríe. Ignorando a la gente que está a mi alrededor le devuelvo la sonrisa con ganas, me da igual que las cámaras me estén grabando.
Después, con paso firme, entro en el tren.
Por dentro es aún más impresionante que por fuera. No lo puedo evitar y lo miro todo con los ojos como platos. Ylléa me conduce a mi habitación y me dice que me puedo quedar aquí todo el tiempo que quiera, que ella me avisará de la hora a la que debamos reunirnos con los mentores.
En mi compartimento, me quito el vestido y las sandalias y me pongo una blusa blanca de seda con unos pantalones negros, me recojo el pelo en una coleta y me quedo descalza. La ropa es comodísima. Me pregunto cómo hará esta gente para que todo sea de mi talla.
Una vez vestida, salgo de mi habitación, aún descalza y me dirijo a otro vagón. Lo que veo me deja con la boca abierta. Hay comida por todos lados. Tanta que podría alimentar a mi familia durante un año entero. Como ahora mismo no tengo hambre, cruzo el vagón con cuidado de no tirar nada y paso al siguiente. Veo un televisor encendido, en el que se ven imágenes de otros juegos que conozco muy bien. Demasiado bien, quizás. Son imágenes de los vigésimo segundos juegos del hambre, en los que la tributo de mi distrito se llamaba Amber Jeffrey. Tres hijos, tres tributos. Imagen de una familia feliz si viviese en el distrito dos. Pero vivo en el 8, en el que en veinticinco años ha tenido sólo dos ganadores. Un número muy bajo, aunque no el más bajo. El distrito 12 tiene un ganador, el chico que ganó hace dos años, que tiene mi edad. Y ese chico tiene que intentar salvar a dos.
Me acerco a la televisión para quitarla, pero antes de que toque el botón mi hermano me detiene.
-No la apagues, la estoy viendo.
-¿Y para qué quieres revivir la muerte de Amber? - le pregunto, aún sin apartar mi dedo del botón.
-No quiero revivir su muerte, quiero ver los resúmenes de los últimos cinco años.
-¿Para qué?
-No se sabe lo que nos podemos encontrar. Tal vez esto ayude – me responde con una media sonrisa.
-Vale, pues pon todos de nuevo.
Nos llevamos un buen rato viendo juegos, rebobinando cada estrategia que pueda ser útil y anotando todo lo que nos llama la atención.
-Seremos aliados, ¿no? - pregunta de repente Damen.
-Claro, no hace falta ni que lo preguntes.
-Vale. No quiero dejarte sola ahí.
En ese momento llega Ylléa para avisarnos de que es la hora de la cena. Nos dirigimos al comedor, y nos sentamos en una mesa de madera.
-Bonita mesa – dice Damen para romper el hielo.
-Lo se, es de caoba – dice Ylléa como si fuera su hijo en vez de una mesa -. Mira, aquí están vuestros mentores.
Dos personas llegan al comedor y se sientan enfrente nuestra. El primero es un hombre, que tendrá cerca de 30 años. Es alto, y tiene aspecto de ser fuerte. Aunque no me suena de nada, en seguida me doy cuenta de que su victoria debió haber sido espectacular.
La segunda es una chica, rondará los 20 años. Ella sí que me suena. Ganó los vigésimos juegos del hambre con mi edad, y recuerdo que en la cosecha se mostró muy asustada pero en la arena demostró que cuando se concentraba era totalmente letal.
-Hola – el que habla es el hombre -. Soy Estefan, y seré vuestro mentor.
-Y yo soy Deborah, y también seré vuestra mentora. Estefan y yo os ayudaremos en todo lo que podamos.
Dicho esto nos ponemos a comer. Un chico rubio y alto nos trae la comida y se marcha sin decir ni una palabra. Miro a Ylléa con curiosidad, porque normalmente se enfadaría ante esta muestra de mala educación.
-¿No te enfadas porque ese chico no nos hable? - le pregunto, dudosa por si se puede molestar por mi curiosidad.
-Oh, no. Él no puede hablar. Es un avox. Habrá cometido un delito y lo han castigado cortándole la lengua.
Un escalofrío recorre mi espina dorsal. ¿Cortarle la lengua? Nunca me lo habría imaginado, ni siquiera teniendo en cuenta que todos los años mandan a veinticuatro niños al matadero. Deborah cambia de tema cuando un silencio incómodo se extiende sobre nosotros.
-Bueno, ¿qué sabéis hacer? ¿Cómo pensáis luchar?
-Yo soy fuerte – dice mi hermano -. Y Candy es muy ágil. A lo mejor podéis hacer algo con eso.
-Soy ágil, es verdad. Pero aquí no me ayudará eso. No creo que me sirva de mucho esconderme y trepar árboles cuando lo que tengo que hacer es matar a los demás.
-Si – interviene Estefan -. Candy, tienes razón, necesitas matar a gente. Pero recuerda que también necesitas evitar que te maten a ti. A lo mejor te puedes hacer con un cuchillo, e ir de árbol en árbol. Cuando encuentres un tributo, le tiras el cuchillo y lo matas.
-Se te olvida un pequeño detalle – replico -. Mi puntería. No sé tirar cuchillos. No tengo ninguna puntería.
-Eso se trabaja en los entrenamientos. Damen, ¿Qué arma crees que se te dará mejor?
-No sé. Tal vez la espada. No lo sé.
-¿Qué os parece si vemos las cosechas? - trina Ylléa con voz cantarina.
Damen y yo asentimos y nos dirigimos al vagón en el que hemos estado antes. Encendemos la televisión justo cuando van a empezar las repeticiones de las cosechas. Saco el cuaderno de antes y un bolígrafo. Pienso apuntar los nombres y las descripciones de todos.
En el distrito uno eligen a una chica rubia con ojos azules muy guapa. Tendrá diecisiete años, y no me puedo imaginar por qué la han elegido, a no ser que sea porque es la mejor. Anda hacia el escenario con paso firme y sonríe al público. Se nota que está feliz de ir a los juegos. Su nombre es Kate.
El chico tiene el pelo castaño, y los ojos azules como la chica. Es muy alto y tiene aspecto de ir a por todas. Tiene una sonrisa de suficiencia que me pone nerviosa. Se llama Christian.
La chica del dos se llama Eleanor. Es alta y esbelta, con el pelo negro largo y ojos marrones. Tiene una sonrisa irónica que me hace pensar que quizás sea peligrosa.
El chico es monstruoso. Los músculos se le destacan con el más mínimo movimiento, así que apunto que más vale tener cuidado con él. Se llama Tom.
En el tres eligen a una chica cuyo nombre es Madeleine. Es muy alta y bastante delgada. No sé en qué será buena.
Así un montón de caras y nombres van pasando ante mis ojos sin parar. Algunos se me quedan, otros no.
al final, acabo tan mareada que necesito irme a la cama. Esta noche tengo sueños. Sueño con mil y una maneras de morir y en veintitrés tributos matándome lentamente. Sólo hay una persona que no sale de mis sueños. Alec, el chico del distrito cuatro.
 
Por la mañana me levanto aún más cansada de cómo me acosté anoche, porque hoy llegamos al Capitolio. Me visto con un vestido blanco que vi ayer y me gustó y me dejo el pelo suelto. Una vez más me quedo descalza.
Camino hacia el vagón comedor y por el camino me encuentro a Damen. A diferencia de mi, él si tiene aspecto de haber descansado. Qué suerte, porque mi noche no podría haber sido peor. Lo saludo y continuamos nuestro camino juntos.
En el comedor ya están Deborah y Estefan. Me extraña que Ylléa no haya llegado todavía, ya que es un poco maniática con la puntualidad. Mi hermano parece estar pensando lo mismo que yo.
-¿Dónde está Ylléa? - pregunta – Pensé que estaría aquí.
-Se está preparando para nuestra llegada al Capitolio, ya que en cuanto el tren pare nos tenemos que bajar – responde Deborah con una sonrisa.
Al oír eso casi me atraganto con la galleta que me estaba comiendo.
-Enseguida vuelvo – digo -. Tengo que ir a mi habitación a coger unos zapatos y mi símbolo.
Todos asienten con la cabeza y yo salgo corriendo con el vestido blanco revoloteando a mi alrededor.
Entro en la habitación y gruño de rabia al no tener ni idea de dónde están los zapatos en esta habitación. Al haber andado descalza por el tren, no me he preocupado de mirar dónde estaban.
Abro y cierro cajones como una loca, aún sin encontrar nada. Miro debajo de la cama, nada. En ese momento entra el avox que nos sirvió ayer la cena. Al verme se dispone a darse la vuelta para irse de la habitación, pero yo lo freno.
-Perdona, ¿me puedes decir dónde están los zapatos?
El chico señala una de las paredes. Yo lo miro sin saber qué hacer, porque ahí no hay nada, sólo una pared blanca. Creo que el avox interpreta bien mi expresión, porque se dirige a la mesilla de noche y coge un mando. Pulsa un botón y de la pared surge una estantería repleta de zapatos, una vez más, todos de mi talla.
Asombrada, reviso toda la estantería buscando algo que pueda soportar. Al final, acabo cogiendo unas bailarinas blancas, a juego con el vestido. Ya he cogido los zapatos, ahora a por mi símbolo. Un símbolo es algo que los tributos pueden llevar a la arena, para que les recuerde a su distrito. Mi símbolo es el colgante que me dio Christy. Si un símbolo da alguna clase de ventaja a un tributo sobre los otros no se le permite llevarlo. El año pasado a la chica del distrito dos, que era muy buena con los cuchillos, le quitaron su collar, porque se abría y dentro tenía una navaja. No la castigaron por ello, pero no pudo llevar nada que le recordase a su distrito en la arena.
Una vez que ya lo tengo todo, me encamino otra vez al comedor, donde me encuentro a Damen charlando con nuestros mentores con cara de concentración.
-Harías bien en probar las tácticas de supervivencia – dice Estefan.
-Sí, pero tengo que encontrar un arma que se me de bien – replica Damen.
-Hola Candy, siéntate. Estamos hablando de lo que debéis hacer en los entrenamientos.
-Vale. ¿Y bien?
-Bueno, yo digo que deberíamos probar las armas, y Estefan dice que las tácticas de supervivencia.
-Pues yo pienso probarlo todo – digo -. Cuanto más sepamos más probabilidades tendremos.
En ese momento entra Ylléa por la puerta.
-Mirad. Ya hemos llegado al Capitolio.
Damen sale disparado hacia la ventana, y yo me pongo los zapatos y después lo sigo. Nos quedamos los dos embobados mirando a la multitud. Cuernos, antenas, pelos de colores, pestañas kilométricas...
La gente me llama por mi nombre y yo los saludo. No sé que otra cosa podría hacer para conseguir patrocinadores, así que les sonrío y les sigo saludando. Damen me mira con cara de estar pensando que estoy loca, ya que a él no se le ocurriría saludar a esta gente tan extraña.
-Venga, tienes que saludarles – le digo -. Si no lo haces nadie te patrocinará.
-¿Cómo puedes? ¿Cómo eres capaz de saludar a esta gente, que estará animando a tu asesino?
-Pues lo hago para conseguir que en vez de animar a mi asesino me animen a mí.
Creo que lo he convencido, porque empieza a sonreír y a saludar al público alegremente.
-¡Ya hemos llegado! - trina Ylléa con su aguda voz – Venga, sed educados, no gritéis y haced todo lo que os diga vuestro equipo de preparación. Sin rechistar.
Tras decir esto, nos empuja a través de la puerta, y nos mete en un coche. Creo que a esta mujer los coches le aumentan las ganas de hablar, porque se pone a parlotear sobre cómo gracias a nuestro distrito el Capitolio tiene todas estas prendas “superhipermagníficas” y no sé qué más.
El coche se para, y nos conducen por un pasillo de un blanco impoluto. Al perecer estamos en el centro de renovación, donde nos arreglarán para el desfile.
Ylléa deja a mi hermano en una habitación y yo sigo hasta la siguiente puerta cerrada. Al entrar en la sala me encuentro con tres personas, si es que a eso se les puede llamar personas, que me miran con los ojos desorbitados como si intentasen captar la mayor parte de mi. No sé muy bien cómo debería reaccionar, así que decido saludarles.
-Hola, soy Candy, encantada. ¿Y vosotros sois...?
-Hola querida. Yo soy Elisabetta, y también estoy encantadísima de conocerte – dice una mujer que lleva el pelo verde y la piel teñida de marrón. Creo que simula un árbol -. Y estos son Dyson y Tinkerbell.
Dyson es un chico de unos veinte años, de facciones angulosas y tatuajes por todo el cuerpo. Tinkerbell tiene la piel pálida, unos grandes ojos azules y el pelo rubio recogido en un moño sobre la cabeza. Lleva puesto un vestido verde, de palabra de honor, muy corto, y unas bailarinas con un pompón blanco en la punta. Al darse la vuelta para guiarme hacia una camilla, veo que de la espalda le salen alas que parecen de cristal.
Una vez me hablaron de un cuento de antes de Panem. Había un hada a la que llamaban Campanilla, supongo que ella se habrá hecho así en su honor.
Me dirigen a una camilla, donde me tumbo. Dyson me hace la manicura, Tinkerbell me peina y Elisabetta me quita todo el vello innecesario. Mientras tanto, parlotean sobre los tributos, y yo intento no oírles, no quiero saber nada hasta mañana que empiezan los entrenamientos.
Tras unos cuantos tirones parece que no queda pelo alguno en mi cuerpo, así que Elisabetta ayuda a Tinkerbell, que parece que no consigue lo que quiere.
Tras unas cuantas horas de tirones de pelo y muchas más cosas que a mí me parecieron torturas, los tres dieron el visto bueno y se marcharon corriendo para llamar a mi estilista. Espero que no sea otro bicho raro como estos tres, porque le pegaré un puñetazo en ese caso.
Mientras que no hay nadie conmigo me dedico a observar la habitación. En una esquina veo un albornoz blanco, y corro a ponérmelo. También hay una fuente de agua. Sólo por probar el agua del Capitolio, voy dando saltitos como una niña de tres años a la que le han dado un pastel y cojo un vaso.
Doy un sorbito, y me emociono al notar el sabor del agua. Tiene algo dulzón, pero eso mejora el sabor. Sabe tan bien que corro a coger otro vaso.
Cuando estoy volviendo hacia la camilla escucho un sonido a mis espaldas, que identifico en seguida con la puerta.
Me giro, y antes de poder contenerme doy un grito ahogado, y observo como el vaso cae al suelo, haciéndose añicos, mientras me preparo para encarar a la persona que ha entrado por la puerta.

14 comentarios:

  1. Woo me gusta como escribes me encantaria que hicieras varios libros de los jugos del hambre sobre los hijos de kattnis y de peeta bueno te doy esta,ideamya que empece a leer un blog de andrea everdden que se llama los juegos del hambre continuan la misma historia se repite porfas esque me gusta como escrive soy elasha y tengo 11 años soy del distrito porfa lo puedes hacer
    E

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  2. Hola! Pues sinceramente no creo que lo haga, porque no me da tiempo de nada, pero si tengo tiempo te prometo que lo hago. De todos modos, aqui no esta toda la historia, creo que solo los dos primeros capitulos:) un beso!!

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  3. bueno muchas gracias por contestarme me gustaría que siguieras escribiendo pues escribes super

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  4. Seguire escribiendo por supuesto! Y lode escribir bien... muchas gracias! Pienso que todo el mundo pyede escribir bien si se esfuerza en ello. Escribir, releer lo escrito mucjas veces y corregir los fallos que encuentres, esa es la clave. Muchos besos!

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  5. muchas gracias por el consejo yo me e imaginado muchas cosas pero me da pena publicarlo por que puede ser que a la gente no le guste. te voy a hacer una pregunta cuando vas a sacar el capitulo 8 bueno pregunto porque me encanto la historia

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    1. Veras, en mi opinion, no te tiene que dar pena, vergüenza o miedo de publicar cualquier cosa que te imagines ya que si a la gente no le gusta, que no lo lea. Seguro que no a todo el mundo le gusta esto, pero hay gente que si, y por ellos escribo. Asi que ya sabes, si te decides a hacer algo, espero que me lo digs para leerlo, tienes mi apoyo. Y por otro lado, el capitulo 8 ya esta, y el 9 espero tenerlo para el fin de semana. Besos!

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  6. muchas gracias por tu apoyo y gracias por decirme sobre los capítulos

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  7. oye busque en capítulos de tu blog los capítulos 8 y 9 y nada solo hay asta el 7 sabes por que

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    1. Si, lo se. Es que tengo la pagina de capitulos atrasados, pero en la pagina principal si que esta. De todas formas, ahora mismo lo pongo bien. Besos!

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  8. muchas gracias por decirme

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  9. pero crees que los vallas a publicar en capitulo es que la verdad lo busco en capítulos pero tu pagina es unik muchas gracias por decirme

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  10. oyes en la pagina principal solo hay asta el capitulo 8 plis dime si tienes otro blog donde subes los capítulos es que me encanto la historia

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    1. Esta historia solo esta aqui. No hay mas capitulos porque no me ha dadp tiempo a escribir mas. Si quieres leer ptra historia te puedes pasar por aqui:
      http://esachicaalaquellamabancomadreja.blogspot.com/

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  11. gracias y espero que sigas escribiendo

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Por favor, me gustaría que comentases para poder mejorar y cada comentario me saca una sonrisa. Espero todas las ceiticas, buenas y malas. Muchod besos!