--
--
En
mi mente solo suena una palabra cuando me levanto por la mañana.
Cosecha. Cosecha. Cosecha...
Sacudo
la cabeza, porque aunque sé que puedo salir si Yllèa Stromg saca mi
nombre, sólo hay cuatro papeles con mi nombre en la urna, porque
aunque vivimos pobremente, mi hermano mayor nunca me ha dejado pedir
teselas, para que no tenga más posibilidades de salir elegida. A
cambio las pide todas él, que con diecisiete años tiene su nombre
en la urna 54 veces. Por suerte el distrito 8 es grande y hay mucha
gente, si viviésemos en el 12, seguro que mi hermano ya habría
salido.
La
cosecha empieza a las doce, así que tengo tres horas para trabajar
en la fábrica y poder sacar algo de dinero extra.
Camino
despacio por las calles, ahora desiertas, porque todo el mundo se
estará preparando para la cosecha.
Cuando
llego a la puerta de la fábrica saludo a todo el que me encuentro,
que la verdad, son pocos, y me dirijo a mi telar.
Mientras
tejo, recuerdo los juegos del año pasado. Ganó el chico del
distrito 5, algo extraño, porque normalmente ganan los del uno o los
del dos. La arena era horrible. Un páramo helado en la que sólo
ocho tributos sobrevivieron al baño de sangre inicial. De esos ocho,
la mitad murió congelada, así que no hubo mucha sangre, que se
diga. Este año no harán lo mismo, porque los juegos no tuvieron
mucho éxito.
Cuando
me doy cuenta de la hora que es tengo que irme a casa corriendo si
quiero llegar a tiempo. Me doy un rápido baño y me pongo la ropa
que mi madre me ha sacado, un vestido ocre con un cinturón marrón
oscuro y una diadema marrón. Para los pies me ha sacado un par de
tacones, pero yo prefiero ponerme unas sandalias. Cuando me miro al
espejo, me doy cuenta de que mis ojos verde bosque se resaltan con
estos colores.
Me
dirijo a la plaza, donde me someto al pinchazo sin rechistar, ya que
en mi primera cosecha, un niño de mi edad, con el que solía jugar
en el patio del colegio, se resistió al pinchazo. Tuvieron que
llamar a los Agentes de la Paz para que lo calmasen, pero el chico
empezó a desvariar y a criticar al Capitolio. Lo último que dijo el
niño antes de que un agente le metiese un balazo en la cabeza fue
rebelión.
Me
dirijo a una zona acordonada en la que se encuentran las demás
chicas de quince años, y le doy la mano a mi mejor amiga, Christy.
Christy es muy parecida a mi, la misma piel morena, el mismo pelo
negro como el carbón y los mismos ojos verde bosque tan extraños.
Cuando la gente que no nos conoce nos ve por la calle, normalmente
piensa que somos hermanas.
Yllèa
Stromg se acerca al micrófono y da su discurso alegre de todos los
años. En seguida me doy cuenta de que hay algo extraño. No hay
urnas, ni papeletas ya escogidas. Nada. Sólo un Agente de la Paz
situado en una esquina del escenario.
-Y
este año tenemos unos juegos muy, muy, muy especiales – sigue
diciendo Yllèa -. como se cumple el 25 aniversario de los juegos del
hambre, se ha decretado que cada veinticinco años haya un vasallaje
de los veinticinco, que consistirá en unos juegos muy especiales.
Este año, como recordatorio a los rebeldes que sus hijos mueren por
voluntad propia, cada distrito elegirá a los tributos. Por favor,
escribid el nombre en las tarjetas que os entregan los Agentes de la
Paz.
¿A
quién voto? No hay nadie que me caiga mal, así que acabo votando a
Louis Berett y a Lillien Sterling. No tengo nada contra ellos, pero
tampoco es que vaya a sufrir una depresión si los eligen.
Ylléa
se acerca al Agente de la Paz que contabiliza los votos, y éste le
da una tarjeta.
-Las
damas primero – dice. Aprieto la mano de Christy y ella me devuelve
el apretón -. Candy Jeffrey.
No.
No es posible. No puedo ser yo. Oigo que Christy suelta un grito
ahogado, y que se forma un pasillo delante mía. ¿Por qué yo? Es lo
único que pasa por mi mente. Entonces recuerdo que hay una docena de
cámaras enfocándome. Levanto la cabeza y adopto una pose de
superioridad. Camino con paso firme hacia el escenario.
-¿Algo
que decir? - me pregunta Ylléa. Yo agarro el micrófono y hablo.
-No
voy a agradecer que me hayáis elegido por motivos obvios. Pero de
todas formas, como sé que sí hay gente que me quiere, voy a hacer
todo lo posible por ganar.
-Muchas
gracias por tus palabras, Candy – dice Ylléa -. Y ahora llega el
turno de los chicos.
Miro
a la multitud, pensando en quién será el desafortunado que irá a
la arena conmigo. No quiero pensar en ello, pero no vacilaré en
matarle si hace falta, aunque preferiría que lo hiciese otro.
-Damen
Jeffrey.
¿Qué?
No puede ser. Pero... ¿qué tiene todo el mundo en contra de mi
familia? ¿Por qué nos han elegido a los dos? Entonces recuerdo a mi
padre. Yo tenía dos años cuando él se marchó al Capitolio. Lo
volví a ver hace dos años, cuando él se convirtió en vigilante
jefe. Ese año fueron a la arena el hijo del alcalde y la hija del
director de las fábricas. Los dos eran muy queridos en el distrito.
Y todo el mundo culpaba a mi padre de su muerte.
Mi
hermano me mira con cara de auténtico dolor, porque sabe que por
mucho que luchemos no podemos sobrevivir los dos.
Le
respondo a la mirada con la misma expresión, y nada más que sube al
escenario le tiendo la mano. Él la coge. Cunado Ylléa le pregunta
si quiere decir algo él sólo sacude la cabeza. Sé que le gustaría
llorar, pero no lo hará, al menos, no delante de las cámaras.
Cuando suena el himno, mi mente divaga preguntándose qué podría
encontrar en la arena.
Al
fin termina. Ylléa nos conduce a un pasillo en el Edificio de
Justicia, y se para delante de dos puertas. Me indica que entre en
una de las salas, y conduce a Damen a la otra. No entiendo por qué
no nos dejan estar en la misma sala, al fin y al cabo, somos
hermanos.
Me
siento en un sofá de terciopelo, tela que reconozco a la perfección
por mis años en la fábrica. No me pienso echar abajo ahora, porque
después tendré que ir a la estación, donde habrá cámaras.
Me
pongo a mirar por la ventana. Desde aquí se ve mi casa. Escucho que
la puerta se abre y entra mi madre. Sin decir nada me acerco a ella y
la abrazo. Noto que algo húmedo cae en el vestido y la miro. Las
lágrimas recorren su cara, y su mirada, normalmente luminosa, ahora
parece sombría.
-Mamá...
No te preocupes. Esto acabará pronto. Uno de los dos va a vivir, no
puedo decir quién, sólo sé que uno de los dos lo conseguirá.
-Eso
espero, hija. Sólo quiero que sepas que te quiero mucho. Tu padre es
el vigilante jefe este año también. Haz se sienta culpable, por mi.
Y venga a tu hermana, eso hazlo por ti.
-Lo
haré, mamá. No te preocupes. Yo también te quiero.
-Bueno,
pues me voy a ver a tu hermano. Suerte.
-Adiós
mamá, te quiero.
Dicho
esto, se va y otra vez me quedo sola. Antes de que se cierre la
puerta se vuelve a abrir otra vez. Esta vez es Christy, que no está
llorando, sabe que eso me dolería. Seguramente esté igual de
destrozada que yo, porque somos como hermanas. Sé que ella sentirá
que una parte de ella se ha ido a los juegos, igual que yo sentiré
que una parte de mi se ha quedado aquí.
-Candy,
tienes que ganar – me dice -. Sé que va a ser duro, pero, por
favor, hazlo por mi.
-Lo
intentaré, pero no se qué haré si Damen y yo somos los únicos que
quedamos.
-Toma.
Llévate esto contigo – dice, y saca de su bolsillo un colgante
hecho de hilo muy fino. Lo reconozco enseguida. Es un amuleto de la
suerte que le regalé cuando empecé a ir al telar. Del hilo cuelga
una pequeña C de encaje de bolillos, la verdad es que siempre he
tenido manos hábiles, y tardé bastante poco en hacer la C, pero al
fijarme bien, me doy cuenta de que la C no es de bolillos, sino de
madera, con múltiples huecos que forman una enredadera. Si le
prestas atención, parece que la letra está hecha de plantas, como
si casualmente hubieran crecido con esa forma. Recuerdo que cuando se
le rompió el encaje de bolillos, Christy llegó a mi casa muy
apenada, y me dijo que se le había roto. Entonces yo llamé a Damen
y le dije que hiciera una C más duradera. Cuando me dio el trozo de
madera, pensé que se lo podría decorar un poco, ya que eso se lo
había hecho mi hermano, no yo. Me pasé la noche en vela con una
aguja en la mano dándole forma a las hojas diminutas que formaban el
colgante.
Pestañeo
para apartar las lágrimas que amenazan con salir al exterior de mis
ojos, porque no puedo permitirme llorar. No aquí, no ahora.
-Gracias
Christy - digo con la voz quebrada y un nudo en la garganta -. Es
precioso. Lo llevaré en la arena, y cada vez que lo vea me acordaré
de ti. Eres la mejor.
-Tú
eres la mejor, y lo vas a demostrar ganando esos juegos.
-Lo
intentaré.
-No.
Lo harás.
-Vale
– digo, y la abrazo.
Seguimos
abrazadas cuando llega el agente de la paz y se la lleva.
Vuelvo
a mirar por la ventana, y veo a Christy salir del edificio de
justicia, pero no se va, sino que se queda parada en el medio de la
plaza, mirando hacia mi ventana, muy seria. De repente una sonrisa
asoma por su cara y se despide de mí con un movimiento de su mano, y
antes de irse me indica que me esperará en la estación. Yo, que ni
siquiera puedo gritarle un adiós, respondo a su sonrisa con una
igual. Cuando la ve, Christy asiente una vez y se va a la estación.
En
ese momento llega un agente de la paz, que me indica que salga de la
habitación. En el pasillo me encuentro a Damen, que ha recompuesto
su rostro en una máscara de serenidad. Cuando atravesamos los
pasillos cogidos de la mano, me encuentro con un espejo que no había
visto antes. Un vistazo fugaz hace que se me caiga el alma a los
pies. No puede ser que la persona que está a mi lado, preparándose
para luchar sea mi hermano mayor. Ese hermano mayor que siempre me ha
protegido del peligro, por pequeño que fuese. Somos tan parecidos...
Aunque él tenga el pelo de un precioso color arena y los ojos de un
verde mucho más oscuro que el mío, seguimos siendo hermanos, y va a
ser igual de duro para los dos.
Nos
meten en un coche junto con Ylléa, que en seguida se pone a divagar
sobre los lujos del Capitolio. Damen y yo fingimos que la escuchamos
para no decepcionarla, pero ambos tenemos la cabeza en otros asuntos.
-¡Ya
llegamos! - anuncia Ylléa con su insoportable voz cantarina.
Al
oír eso giro la cabeza como un resorte y se me escapa un gritito de
la emoción. Estamos ante el tren más impresionante que he visto en
mi vida.
Justo
antes de entrar en el tren, mis ojos se topan con los de Christy, que
me sonríe. Ignorando a la gente que está a mi alrededor le devuelvo
la sonrisa con ganas, me da igual que las cámaras me estén
grabando.
Después,
con paso firme, entro en el tren.
Por
dentro es aún más impresionante que por fuera. No lo puedo evitar y
lo miro todo con los ojos como platos. Ylléa me conduce a mi
habitación y me dice que me puedo quedar aquí todo el tiempo que
quiera, que ella me avisará de la hora a la que debamos reunirnos
con los mentores.
En
mi compartimento, me quito el vestido y las sandalias y me pongo una
blusa blanca de seda con unos pantalones negros, me recojo el pelo en
una coleta y me quedo descalza. La ropa es comodísima. Me pregunto
cómo hará esta gente para que todo sea de mi talla.
Una
vez vestida, salgo de mi habitación, aún descalza y me dirijo a
otro vagón. Lo que veo me deja con la boca abierta. Hay comida por
todos lados. Tanta que podría alimentar a mi familia durante un año
entero. Como ahora mismo no tengo hambre, cruzo el vagón con cuidado
de no tirar nada y paso al siguiente. Veo un televisor encendido, en
el que se ven imágenes de otros juegos que conozco muy bien.
Demasiado bien, quizás. Son imágenes de los vigésimo segundos
juegos del hambre, en los que la tributo de mi distrito se llamaba
Amber Jeffrey. Tres hijos, tres tributos. Imagen de una familia feliz
si viviese en el distrito dos. Pero vivo en el 8, en el que en
veinticinco años ha tenido sólo dos ganadores. Un número muy bajo,
aunque no el más bajo. El distrito 12 tiene un ganador, el chico que
ganó hace dos años, que tiene mi edad. Y ese chico tiene que
intentar salvar a dos.
Me
acerco a la televisión para quitarla, pero antes de que toque el
botón mi hermano me detiene.
-No
la apagues, la estoy viendo.
-¿Y
para qué quieres revivir la muerte de Amber? - le pregunto, aún sin
apartar mi dedo del botón.
-No
quiero revivir su muerte, quiero ver los resúmenes de los últimos
cinco años.
-¿Para
qué?
-No
se sabe lo que nos podemos encontrar. Tal vez esto ayude – me
responde con una media sonrisa.
-Vale,
pues pon todos de nuevo.
Nos
llevamos un buen rato viendo juegos, rebobinando cada estrategia que
pueda ser útil y anotando todo lo que nos llama la atención.
-Seremos
aliados, ¿no? - pregunta de repente Damen.
-Claro,
no hace falta ni que lo preguntes.
-Vale.
No quiero dejarte sola ahí.
En
ese momento llega Ylléa para avisarnos de que es la hora de la cena.
Nos dirigimos al comedor, y nos sentamos en una mesa de madera.
-Bonita
mesa – dice Damen para romper el hielo.
-Lo
se, es de caoba – dice Ylléa como si fuera su hijo en vez de una
mesa -. Mira, aquí están vuestros mentores.
Dos
personas llegan al comedor y se sientan enfrente nuestra. El primero
es un hombre, que tendrá cerca de 30 años. Es alto, y tiene aspecto
de ser fuerte. Aunque no me suena de nada, en seguida me doy cuenta
de que su victoria debió haber sido espectacular.
La
segunda es una chica, rondará los 20 años. Ella sí que me suena.
Ganó los vigésimos juegos del hambre con mi edad, y recuerdo que en
la cosecha se mostró muy asustada pero en la arena demostró que
cuando se concentraba era totalmente letal.
-Hola
– el que habla es el hombre -. Soy Estefan, y seré vuestro mentor.
-Y
yo soy Deborah, y también seré vuestra mentora. Estefan y yo os
ayudaremos en todo lo que podamos.
Dicho
esto nos ponemos a comer. Un chico rubio y alto nos trae la comida y
se marcha sin decir ni una palabra. Miro a Ylléa con curiosidad,
porque normalmente se enfadaría ante esta muestra de mala educación.
-¿No
te enfadas porque ese chico no nos hable? - le pregunto, dudosa por
si se puede molestar por mi curiosidad.
-Oh,
no. Él no puede hablar. Es un avox. Habrá cometido un delito y lo
han castigado cortándole la lengua.
Un
escalofrío recorre mi espina dorsal. ¿Cortarle la lengua? Nunca me
lo habría imaginado, ni siquiera teniendo en cuenta que todos los
años mandan a veinticuatro niños al matadero. Deborah cambia de
tema cuando un silencio incómodo se extiende sobre nosotros.
-Bueno,
¿qué sabéis hacer? ¿Cómo pensáis luchar?
-Yo
soy fuerte – dice mi hermano -. Y Candy es muy ágil. A lo mejor
podéis hacer algo con eso.
-Soy
ágil, es verdad. Pero aquí no me ayudará eso. No creo que me sirva
de mucho esconderme y trepar árboles cuando lo que tengo que hacer
es matar a los demás.
-Si
– interviene Estefan -. Candy, tienes razón, necesitas matar a
gente. Pero recuerda que también necesitas evitar que te maten a ti.
A lo mejor te puedes hacer con un cuchillo, e ir de árbol en árbol.
Cuando encuentres un tributo, le tiras el cuchillo y lo matas.
-Se
te olvida un pequeño detalle – replico -. Mi puntería. No sé
tirar cuchillos. No tengo ninguna puntería.
-Eso
se trabaja en los entrenamientos. Damen, ¿Qué arma crees que se te
dará mejor?
-No
sé. Tal vez la espada. No lo sé.
-¿Qué
os parece si vemos las cosechas? - trina Ylléa con voz cantarina.
Damen
y yo asentimos y nos dirigimos al vagón en el que hemos estado
antes. Encendemos la televisión justo cuando van a empezar las
repeticiones de las cosechas. Saco el cuaderno de antes y un
bolígrafo. Pienso apuntar los nombres y las descripciones de todos.
En
el distrito uno eligen a una chica rubia con ojos azules muy guapa.
Tendrá diecisiete años, y no me puedo imaginar por qué la han
elegido, a no ser que sea porque es la mejor. Anda hacia el escenario
con paso firme y sonríe al público. Se nota que está feliz de ir a
los juegos. Su nombre es Kate.
El
chico tiene el pelo castaño, y los ojos azules como la chica. Es muy
alto y tiene aspecto de ir a por todas. Tiene una sonrisa de
suficiencia que me pone nerviosa. Se llama Christian.
La
chica del dos se llama Eleanor. Es alta y esbelta, con el pelo negro
largo y ojos marrones. Tiene una sonrisa irónica que me hace pensar
que quizás sea peligrosa.
El
chico es monstruoso. Los músculos se le destacan con el más mínimo
movimiento, así que apunto que más vale tener cuidado con él. Se
llama Tom.
En
el tres eligen a una chica cuyo nombre es Madeleine. Es muy alta y
bastante delgada. No sé en qué será buena.
Así
un montón de caras y nombres van pasando ante mis ojos sin parar.
Algunos se me quedan, otros no.
al
final, acabo tan mareada que necesito irme a la cama. Esta noche
tengo sueños. Sueño con mil y una maneras de morir y en veintitrés
tributos matándome lentamente. Sólo hay una persona que no sale de
mis sueños. Alec, el chico del distrito cuatro.
Por la
mañana me levanto aún más cansada de cómo me acosté anoche,
porque hoy llegamos al Capitolio. Me visto con un vestido blanco que
vi ayer y me gustó y me dejo el pelo suelto. Una vez más me quedo
descalza.
Camino
hacia el vagón comedor y por el camino me encuentro a Damen. A
diferencia de mi, él si tiene aspecto de haber descansado. Qué
suerte, porque mi noche no podría haber sido peor. Lo saludo y
continuamos nuestro camino juntos.
En el
comedor ya están Deborah y Estefan. Me extraña que Ylléa no haya
llegado todavía, ya que es un poco maniática con la puntualidad. Mi
hermano parece estar pensando lo mismo que yo.
-¿Dónde
está Ylléa? - pregunta – Pensé que estaría aquí.
-Se está
preparando para nuestra llegada al Capitolio, ya que en cuanto el
tren pare nos tenemos que bajar – responde Deborah con una sonrisa.
Al oír
eso casi me atraganto con la galleta que me estaba comiendo.
-Enseguida
vuelvo – digo -. Tengo que ir a mi habitación a coger unos zapatos
y mi símbolo.
Todos
asienten con la cabeza y yo salgo corriendo con el vestido blanco
revoloteando a mi alrededor.
Entro en
la habitación y gruño de rabia al no tener ni idea de dónde están
los zapatos en esta habitación. Al haber andado descalza por el
tren, no me he preocupado de mirar dónde estaban.
Abro y
cierro cajones como una loca, aún sin encontrar nada. Miro debajo de
la cama, nada. En ese momento entra el avox que nos sirvió ayer la
cena. Al verme se dispone a darse la vuelta para irse de la
habitación, pero yo lo freno.
-Perdona,
¿me puedes decir dónde están los zapatos?
El chico
señala una de las paredes. Yo lo miro sin saber qué hacer, porque
ahí no hay nada, sólo una pared blanca. Creo que el avox interpreta
bien mi expresión, porque se dirige a la mesilla de noche y coge un
mando. Pulsa un botón y de la pared surge una estantería repleta de
zapatos, una vez más, todos de mi talla.
Asombrada,
reviso toda la estantería buscando algo que pueda soportar. Al
final, acabo cogiendo unas bailarinas blancas, a juego con el
vestido. Ya he cogido los zapatos, ahora a por mi símbolo. Un
símbolo es algo que los tributos pueden llevar a la arena, para que
les recuerde a su distrito. Mi símbolo es el colgante que me dio
Christy. Si un símbolo da alguna clase de ventaja a un tributo sobre
los otros no se le permite llevarlo. El año pasado a la chica del
distrito dos, que era muy buena con los cuchillos, le quitaron su
collar, porque se abría y dentro tenía una navaja. No la castigaron
por ello, pero no pudo llevar nada que le recordase a su distrito en
la arena.
Una vez
que ya lo tengo todo, me encamino otra vez al comedor, donde me
encuentro a Damen charlando con nuestros mentores con cara de
concentración.
-Harías
bien en probar las tácticas de supervivencia – dice Estefan.
-Sí,
pero tengo que encontrar un arma que se me de bien – replica Damen.
-Hola
Candy, siéntate. Estamos hablando de lo que debéis hacer en los
entrenamientos.
-Vale.
¿Y bien?
-Bueno,
yo digo que deberíamos probar las armas, y Estefan dice que las
tácticas de supervivencia.
-Pues yo
pienso probarlo todo – digo -. Cuanto más sepamos más
probabilidades tendremos.
En ese
momento entra Ylléa por la puerta.
-Mirad.
Ya hemos llegado al Capitolio.
Damen
sale disparado hacia la ventana, y yo me pongo los zapatos y después
lo sigo. Nos quedamos los dos embobados mirando a la multitud.
Cuernos, antenas, pelos de colores, pestañas kilométricas...
La gente
me llama por mi nombre y yo los saludo. No sé que otra cosa podría
hacer para conseguir patrocinadores, así que les sonrío y les sigo
saludando. Damen me mira con cara de estar pensando que estoy loca,
ya que a él no se le ocurriría saludar a esta gente tan extraña.
-Venga,
tienes que saludarles – le digo -. Si no lo haces nadie te
patrocinará.
-¿Cómo
puedes? ¿Cómo eres capaz de saludar a esta gente, que estará
animando a tu asesino?
-Pues lo
hago para conseguir que en vez de animar a mi asesino me animen a mí.
Creo que
lo he convencido, porque empieza a sonreír y a saludar al público
alegremente.
-¡Ya
hemos llegado! - trina Ylléa con su aguda voz – Venga, sed
educados, no gritéis y haced todo lo que os diga vuestro equipo de
preparación. Sin rechistar.
Tras
decir esto, nos empuja a través de la puerta, y nos mete en un
coche. Creo que a esta mujer los coches le aumentan las ganas de
hablar, porque se pone a parlotear sobre cómo gracias a nuestro
distrito el Capitolio tiene todas estas prendas
“superhipermagníficas” y no sé qué más.
El coche
se para, y nos conducen por un pasillo de un blanco impoluto. Al
perecer estamos en el centro de renovación, donde nos arreglarán
para el desfile.
Ylléa
deja a mi hermano en una habitación y yo sigo hasta la siguiente
puerta cerrada. Al entrar en la sala me encuentro con tres personas,
si es que a eso se les puede llamar personas, que me miran con los
ojos desorbitados como si intentasen captar la mayor parte de mi. No
sé muy bien cómo debería reaccionar, así que decido saludarles.
-Hola,
soy Candy, encantada. ¿Y vosotros sois...?
-Hola
querida. Yo soy Elisabetta, y también estoy encantadísima de
conocerte – dice una mujer que lleva el pelo verde y la piel teñida
de marrón. Creo que simula un árbol -. Y estos son Dyson y
Tinkerbell.
Dyson es
un chico de unos veinte años, de facciones angulosas y tatuajes por
todo el cuerpo. Tinkerbell tiene la piel pálida, unos grandes ojos
azules y el pelo rubio recogido en un moño sobre la cabeza. Lleva
puesto un vestido verde, de palabra de honor, muy corto, y unas
bailarinas con un pompón blanco en la punta. Al darse la vuelta para
guiarme hacia una camilla, veo que de la espalda le salen alas que
parecen de cristal.
Una vez
me hablaron de un cuento de antes de Panem. Había un hada a la que
llamaban Campanilla, supongo que ella se habrá hecho así en su
honor.
Me
dirigen a una camilla, donde me tumbo. Dyson me hace la manicura,
Tinkerbell me peina y Elisabetta me quita todo el vello innecesario.
Mientras tanto, parlotean sobre los tributos, y yo intento no oírles,
no quiero saber nada hasta mañana que empiezan los entrenamientos.
Tras
unos cuantos tirones parece que no queda pelo alguno en mi cuerpo,
así que Elisabetta ayuda a Tinkerbell, que parece que no consigue lo
que quiere.
Tras
unas cuantas horas de tirones de pelo y muchas más cosas que a mí
me parecieron torturas, los tres dieron el visto bueno y se marcharon
corriendo para llamar a mi estilista. Espero que no sea otro bicho
raro como estos tres, porque le pegaré un puñetazo en ese caso.
Mientras
que no hay nadie conmigo me dedico a observar la habitación. En una
esquina veo un albornoz blanco, y corro a ponérmelo. También hay
una fuente de agua. Sólo por probar el agua del Capitolio, voy dando
saltitos como una niña de tres años a la que le han dado un pastel
y cojo un vaso.
Doy un
sorbito, y me emociono al notar el sabor del agua. Tiene algo dulzón,
pero eso mejora el sabor. Sabe tan bien que corro a coger otro vaso.
Cuando
estoy volviendo hacia la camilla escucho un sonido a mis espaldas,
que identifico en seguida con la puerta.
Me giro,
y antes de poder contenerme doy un grito ahogado, y observo como el
vaso cae al suelo, haciéndose añicos, mientras me preparo para
encarar a la persona que ha entrado por la puerta.
Woo me gusta como escribes me encantaria que hicieras varios libros de los jugos del hambre sobre los hijos de kattnis y de peeta bueno te doy esta,ideamya que empece a leer un blog de andrea everdden que se llama los juegos del hambre continuan la misma historia se repite porfas esque me gusta como escrive soy elasha y tengo 11 años soy del distrito porfa lo puedes hacer
ResponderEliminarE
Hola! Pues sinceramente no creo que lo haga, porque no me da tiempo de nada, pero si tengo tiempo te prometo que lo hago. De todos modos, aqui no esta toda la historia, creo que solo los dos primeros capitulos:) un beso!!
ResponderEliminarbueno muchas gracias por contestarme me gustaría que siguieras escribiendo pues escribes super
ResponderEliminarSeguire escribiendo por supuesto! Y lode escribir bien... muchas gracias! Pienso que todo el mundo pyede escribir bien si se esfuerza en ello. Escribir, releer lo escrito mucjas veces y corregir los fallos que encuentres, esa es la clave. Muchos besos!
ResponderEliminarmuchas gracias por el consejo yo me e imaginado muchas cosas pero me da pena publicarlo por que puede ser que a la gente no le guste. te voy a hacer una pregunta cuando vas a sacar el capitulo 8 bueno pregunto porque me encanto la historia
ResponderEliminarVeras, en mi opinion, no te tiene que dar pena, vergüenza o miedo de publicar cualquier cosa que te imagines ya que si a la gente no le gusta, que no lo lea. Seguro que no a todo el mundo le gusta esto, pero hay gente que si, y por ellos escribo. Asi que ya sabes, si te decides a hacer algo, espero que me lo digs para leerlo, tienes mi apoyo. Y por otro lado, el capitulo 8 ya esta, y el 9 espero tenerlo para el fin de semana. Besos!
Eliminarmuchas gracias por tu apoyo y gracias por decirme sobre los capítulos
ResponderEliminaroye busque en capítulos de tu blog los capítulos 8 y 9 y nada solo hay asta el 7 sabes por que
ResponderEliminarSi, lo se. Es que tengo la pagina de capitulos atrasados, pero en la pagina principal si que esta. De todas formas, ahora mismo lo pongo bien. Besos!
Eliminarmuchas gracias por decirme
ResponderEliminarpero crees que los vallas a publicar en capitulo es que la verdad lo busco en capítulos pero tu pagina es unik muchas gracias por decirme
ResponderEliminaroyes en la pagina principal solo hay asta el capitulo 8 plis dime si tienes otro blog donde subes los capítulos es que me encanto la historia
ResponderEliminarEsta historia solo esta aqui. No hay mas capitulos porque no me ha dadp tiempo a escribir mas. Si quieres leer ptra historia te puedes pasar por aqui:
Eliminarhttp://esachicaalaquellamabancomadreja.blogspot.com/
gracias y espero que sigas escribiendo
ResponderEliminar